La Estructura textual y los marcadores del discurso
El objeto de estudio de este marco es, como su propio nombre indica, la conversación, y distingue para su análisis una serie de unidades en las cuales se estructuraría la misma. Aunque existen, por un lado, los planteamientos procedentes del marco inglés (que se ocupa de la macroestructura de los textos) y, por otro, las aportaciones de la escuela francesa (ocupado de su microestructura) , las dos propuestas tienen en común las siguientes unidades de estructuración: interacción, secuencia, intercambio, intervención (movimiento) y acto de lenguaje . En España, tenemos propuestas que han seguido estos marcos como las ya mencionadas más arriba de L. Cortés y M. Camacho y A. Briz junto con su grupo de investigación VALESCO.
Para los estudiosos de la conversación cotidiana, los marcadores discursivos son partículas relevantes, ya que marcan la estructura de los textos. Según el planteamiento de Briz , los marcadores discursivos serían tipologizados en dos grupos: los argumentativos (que son explicados desde el marco teórico de Ducrot y Anscombre) y los metadiscursivos, encargados de la actividad formulativa, esto es, de evidenciar la ordenación y organización jerárquica de la conversación. A su vez también son vistos como aportes en la cohesión y coherencia discursiva.
En cuanto al significado de los marcadores discursivos, según estas corrientes, estos variarían en función de la zona en que se encuentre dentro la conversación. Así pues, para el marcador discursivo bueno Briz distingue hasta siete funciones o valores .
Otra de las corrientes lingüísticas que se ha ocupado de los marcadores del discurso ha sido La Gramática del Texto3. En España, uno de sus cultivadores más importantes en materia de marcadores discursivos es Manuel Casado Velarde. A continuación presentamos sus reflexiones en torno a la relación entre marcadores del discurso y funciones textuales:
El punto de contexto -o la transición, si se quiere- entre la Lingüística del Texto y los marcadores textuales de un idioma reside en que los idiomas (al menos todos los que se conocen) disponen de estos recursos especiales, más allá de la oración, para expresar lo que venimos denominando sentidos o funciones textuales, organización del discurso, etc. Un enfoque coherente con tal comprobación debe llevar a plantearnos si, para expresar una determinada función textual, que conocemos en virtud de nuestra competencia textual, existe(n), alguna(s) forma(s), regulada(s) idiomáticamente en una lengua concreta.
Desde la Lingüística Textual, los marcadores discursivos se conciben como materializaciones de funciones textuales. Así por ejemplo, el español dispone para expresar la función discursiva de la digresión, formas como por cierto, a propósito y a todo esto.
La Gramática del Texto, que se apoya en buena parte de su fundamentación teórica en el funcionalismo de Halliday, ha recibido muchas críticas respecto al papel que cumplen los marcadores discursivos en su contribución a la coherencia 4 y cohesión textuales 5.
A pesar de todo ello, de cara a nuestra investigación, este planteamiento, que va de las funciones textuales a las formas lingüísticas, resulta atractivo de implementar a nivel computacional. No obstante, todavía en el nivel teórico, existen problemas por resolver como la creación de una tipología de funciones textuales estándar. Ya el propio Casado Velarde reconoce este problema:
Quede constancia de que no existe un catálogo exhaustivo de funciones textuales: las que aquí se citan son algunas de las que cuentan con piezas lingüísticas específicas en nuestro idioma. Por otra parte, con el fin de no hacer el repertorio demasiado largo, los marcadores que se enumeran, se remiten a veces a otra función, bajo la cual se ofrece la nómina – incompleta, como se verá – de marcadores textuales.
En esta misma obra, este autor proporciona una tipología de 63 funciones textuales6, algunas de las cuales se pueden diferenciar claramente entre sí, mientras que otras son menos claras o tienen subtipos o poseen referencias a otros tipos (por ejemplo, culminación remite en su tipología a intensificación, y deducción a consecuencia), con lo que algunos tipos se cruzan y no está descrita exactamente cuál es la relación semántica entre ellos, como ocurre en el caso de aclaración y explicación, o en el de concesividad, oposición y contraste. Además, todos estos fenómenos se conceptualizan como funciones textuales cuando remiten a otros procesos más generales sobre la comunicación que no necesariamente deben ser textuales como la expresión de la deducción, la causa o la consecuencia; otros podrían también considerarse actos de habla, como por ejemplo, la refutación, el asentimiento, la afirmación o la aprobación; y otros, finalmente, aluden más que a funciones textuales, a cuestiones estructurales como, por ejemplo, la ordenación, la continuación, el cierre o el comienzo de discurso.