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Eva de Kike Maíllo

En el blog de SIGLO XXII, vamos a reflexionar sobre la dimensión humanística de algunas cuestiones tratadas en el área de la Inteligencia Artificial y en el de la ciencia ficción, independientemente de si el medio de expresión es de naturaleza literaria o fílmica.

Me gustaría también partir como punto de inicio de la argumentación con la película española de ciencia ficción Eva, del director Kike Maíllo.

Nada nuevo se nos cuenta en esta película a la hora de imaginarse la futura interacción entre robots humanoides y seres humanos. La idea de que los robots se revelarán contra sus creadores no solo está ya reflejada en algunas de nuestras cosmogonías, sino que también está presente en el pensamiento colectivo.

Muchas voces críticas he escuchado por parte de personas con alta cualificación en letras que alegan la «inconsciencia» con la que los investigadores en inteligencia artificial ejercen su trabajo sin plantearse las consecuencias morales y éticas de su profesión. Por otra parte, los sectores de población de formación media o baja sienten que los robots invaden sus puestos de trabajo, muchos de ellos, en el sector industrial, y muchos de ellos, realizados por las máquinas con mayor precisión y menos riesgo de peligrosidad.

Parece, pues, que existe una atmósfera social de miedo, precaución y pesimismo sobre la función de los robots en la sociedad. La película de Eva no contribuye a generar un nuevo estado de la cuestión, sino que redunda en la tradición de pensamiento instalada hasta la fecha.

No deja de resultar curioso que el estado de la cuestión en esta materia se deje llevar por una construcción del futuro procedente de la mitología y del mundo de la ficción. Parece que es un hecho fuera de toda duda que el ser humano puede imaginar muchos futuros, muchas posibilidades, para planificar, construir imaginativamente y materializar la robótica del futuro. Y si no hay límites para la imaginación, por qué debemos creernos las mitologías y los miedos derivados de ellas.

Pasemos a analizar más concretamente la película. Me gustaría tratar dos aspectos en concreto. Uno es el tema de la libertad; el otro, el de las emociones.

El protagonista de la película asume que el ser humano es libre y quiere construir robots a su imagen y semejanza. Existe una ligera confusión en algunos espectadores, que asumen que los robots fallan porque son libres. No he asistido ni leído nada, en cambio, respecto del tema de las emociones. Los robots del científico no controlan sus emociones, al igual que tampoco lo hace su creador. Desde Sócrates es que se predica el autoconocimiento y autoregulación de sí mismo y desde Sócrates es que todavía el hombre occidental no lo ha conseguido. En este sentido, podemos encontrar en las filosofías del hombre, que no religiones, del mundo oriental mucha sabiduría respecto del modo en el que el hombre debe desligarse de su cerebro neanthertal hasta convertirse en agente, en creador de sus emociones y no en una víctima pasiva de ellas, tal y como las conceptualizamos en nuestros marcos culturales.

Por otro lado, debemos escuchar al mundo de las humanidades que hablan, si bien desde una postura ya construida, de los males de la IA. Conscientes de que vivimos en un mundo injusto, donde parece que siempre ganan los malos, las letras se posicionan en contra de proyectos como el robot soldado, y hablan de que no habrá salvación para el hombre hasta que la ética del amor no sea la causa de todas sus acciones.

Plantéemonos, por tanto, una postura reflexiva a la hora de intentar diseñar la mente de los robots, y la relación entre su percepción, su autoaprendizaje, sus valores éticos-morales y sus emociones. Respecto de su libertad, en el caso de que exista el libre albedrío, debemos plantearnos: ¿por qué querríamos que los robots fueran completamente libres? ¿Sería útil para la felicidad de la humanidad? ¿Qué finalidad tendría más allá del reto de replicarnos de forma consciente a nosotros mismos?

El desconocimiento de las potencialidades de la robótica para el bienestar social hace que la sociedad acuda a estas películas a la hora de formarse una opinión sobre si es buena o no la llegada de los robots a nuestra sociedad. Es muy posible que si viviéramos en el mundo que propone el proyecto Venus, agradeceríamos que los robots hicieran todo aquello que nos impide desarrollar nuestros talentos y cumplir debidamente nuestros destinos para morir satisfechos, plenos con la vida tenida, que habría estado en coherencia con nuestra vida interior.

Muchos son los retos filosóficos que plantea la concepción de una robótica social que pueda interactuar verbalmente con el ser humano y compartir su visión del mundo. Pero, en cualquier caso, tengamos siempre presente que la robótica y sus posibilidades serán siempre un reflejo de los límites de nuestro pensamiento. Y que si seguimos pensando que los robots tarde o temprano se revelarán contra nosotros, este universo cuántico, infinito en posibilidades, materializará como no podría hacer de otra manera aquello que hayamos observado en él. Y ya lo decía Santa Teresa, hay más lágrimas derramadas por las plegarias cumplidas que por las no cumplidas.

Seamos animales éticos y tendremos robots éticos, seamos neanthertales, y tendremos robots interesados, egoístas, posesivos, territoriales, mal pensados y dañinos. Es nuestra elección, es nuestra responsabilidad social decidir sobre cómo queremos que sea nuestro futuro, ¿qué de malo hay soñar de nuevo?

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